Y es que ya me cansé de pelear por tí, de pensar en tí y de intentarlo así. ¡Basta! Ya no, ya no más de esto. Y hoy, una vez más, pongo fin a esta historia, aunque bien sé yo que mañana será lo mismo. ¿A esta historia, dije? A mi historia, pues para tí no significa nada, no significo nada. Y hoy, contemplando el final, ya me sé de memoria este cuento, sé que no hay nada aquí, que ayer no lo hubo, y que mañana tampoco lo habrá. Sé que mañana el cuento comenzará de nuevo, y presa de ilusiones, volveré a jugar tu juego. Si, juego. Conciente o inconciente, mañana lo volverás a iniciar y yo caeré una vez más. Yo, -muy conciente- jugaré a lo de siempre, apostando lo poco que me quedó y esperando a que el juego quede a mi favor. Perderé, y de nuevo, intentaré ponerle fin a mi historia.
Y finalmente, como todas las noches, quedaré mirando mi muñeca, donde me dejaste algún día ese premio consuelo, preguntándome por qué fui y soy tan imbécil de siempre, siempre, siempre, caer en tu trampa.
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